Sobre el botellón.
Y en esos debates, claro está, invitan a defensores de todas las posturas. Entre ellos algunos jovencitos y mayorcitos “progres” que tratan de justificar la “movida” nocturna. Algunos argumentos me irritan especialmente, más aun porque en una especie de síndrome de Estocolmo, el moderador y hasta algunos vecinos, llegan a creerse que tienen alguna lógica.
- “Es que a los jóvenes no nos dan alternativas de ocio”. Es decir, básicamente afirman que la sociedad es tan cabrona que no les prepara a los pobres chicos un completo programa de actividades nocturnas que les divierta. Y claro, ante el aburrimiento, no queda más remedio que lanzarse a la calle botella en mano a hacer el gañán. ¿Pero estamos todos locos? ¿Qué es eso de que los demás tenemos que rompernos la cabeza para entretener a los señoritos bajo la amenaza del botellón?. Que cada uno se divierta como pueda o se le ocurra, mientras no moleste a los demás. En todo caso, como bien apuntó un vecino, que los jóvenes reclamen algo concreto: “que nos abran un polideportivo de noche, teatro, carreras de chinchillas, competiciones de lanzamiento de huesos de aceituna"; lo que sea. Pero no. La cosa es: diviértanme o no les dejamos dormir.
-“Es que la bebida es muy cara en los locales”. Desde luego es más cara en un local que un supermercado eso es cierto; pero aunque habrá gente que si ande muy apurada, otros muchos lo que ahorran abaratando sus melopeas, lo invierten después en tubos de escape fosforitos para el coche que les regaló papa, sus vacaciones en Londres, la Wii, el MP4 o las Converse Años 60 “Revival”. Así que una vez más que cada uno gestione su economía y sus prioridades como pueda, pero sin tocar las “bowlings” a los demás.
-“Son jóvenes, han de transgredir”. Bien, perfecto. El papel del joven es transgredir, pero el de la autoridad competente es “capón” al que se pase de la raya. Lo que no se pude hacer es reformar todo el sistema de convivencia bajo el prisma de esa transgresión.
En definitiva lo que subyace a la mayoría de los argumentos, es la corriente imperante que hay en todos los ámbitos, de responsabilizar a todo el mundo de un problema, menos al causante directo: desde el niño que pega a sus compañeros, al político que mete mano en la cartera. La culpa es de la sociedad, de los padres, del sistema educativo, de los profesores, del sistema de financiación, de la coyuntura política, de … Así que los causantes directos se lo creen, y se reafirman en su actitud: yo sigo haciendo esto o aquello,… total la culpa no es mía.
¡Basta ya! ¡Qué cada cual se responsabilice de sus actos!.